Amores que matan by Elia Barceló

Amores que matan by Elia Barceló

autor:Elia Barceló [Barceló, Elia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2023-03-30T00:00:00+00:00


1930

El doctor Mateo Rus, con las manos fuertemente apretadas a la espalda, recorría a largas zancadas su amplio despacho, cinco metros a un lado, seis metros al otro, la cabeza baja, como un toro a punto de embestir, los dientes maltratando el lado izquierdo de su labio inferior. Se sentía a punto de explotar de pura rabia por la estupidez de todos los que lo rodeaban. Habría necesitado ir al puerto, sacar un rato la barca, dejar que el mar y la soledad fueran tranquilizándolo, pero naturalmente no era posible porque la necia de su mujer se había llevado el coche, y a Clemente, e incluso a la pavisosa de la maldita nanny, que ahora habría podido ser un pequeño desfogue, aunque solo hubiese sido en un juego de palabras para ver cómo se iba poniendo pálida y el miedo iba invadiéndola, llenándola como un agua envenenada. Casi disfrutaba más de asustarla que de la idea de meterse en su cama. Mujeres no faltaban en Santa Rita y aquella inglesa era idiota, además de frígida.

Para colmo, la imbécil de Reyes se había puesto de parto. Se lo acababa de decir Olvido y lo único que había hecho bien la muy mema era precisamente haber elegido la tarde en que Mercedes no estaba en casa. Con un poco de suerte, todo habría acabado para cuando ella y las niñas volvieran de la excursión a la playa. Había sido un golpe de mala suerte que él no hubiese sabido de su embarazo hasta que fue demasiado tarde para hacer algo al respecto, pero ya estaba arreglado que unos labriegos de las Casas del Señor se quedaran a la criatura a cambio de una pequeña donación que les permitiría comprar la tierra que trabajaban y que hasta el momento tenían solo arrendada. Un par de meses atrás había pensado, brevemente, informar a los padres de Reyes, diciendo que no se explicaba cómo había podido su hija quedarse embarazada y que sospechaba de un enfermero que ya había sido despedido. Eso habría permitido a los abuelos quedarse con la criatura, pero, conociendo a don Antonio Perales y a su esposa Maravillas, que ni siquiera habían visitado a su hija en los quince meses que llevaba allí y que se avergonzaban profundamente de que fuera una desequilibrada, lo más probable habría sido que hubieran puesto una denuncia contra el sanatorio, y eso era algo que no podía permitirse. Por fortuna sus suegros, don Ramiro y doña Soledad, estaban de viaje y al menos no se enterarían de lo que habría podido ser un escándalo y, gracias a su perspicacia, no llegaría a serlo. Cuando ellos volvieran, todo habría quedado resuelto. A Reyes habría que tenerla atada un tiempo porque tenía una fuerte tendencia a volverse agresiva, pero antes o después se daría cuenta de que no le convenía insistir en su comportamiento; por fortuna era paciente suya. Su suegro no intervendría, a menos que pasara algo muy gordo, y ya se ocuparía él de que no fuera así.



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